La posverdad, es más antigua que la mismísima verdad.
En la historia de la humanidad, en el entorno democrático, se han visto dos momentos, la búsqueda o la conservación del poder, y la forma de socializarlo, este último, ha permitido guardar un equilibrio, una especie de contrapeso, construyendo así, el concepto de soberanía que radica, de origen, en el pueblo.
Bajo esta premisa, en la búsqueda o la conservación del poder, se han ido edificando escenarios que dan lugar a reglas del juego -institucionalismo-, que permiten legitimar el triunfo a quien lo obtenga, pero, aún con ello, se ha desembocado la anarquía e intolerancia y el despotismo, entendiendo por anarquía, el tipo de estado donde no hay reglas y todos los habitantes son libres de ejercer su poder de manera ilimitada, y por otra, el despotismo, que es el tipo de gobierno donde un solo individuo ejerce poder ilimitado.
Los diferentes autores de la historia del constitucionalismo como Mauricio Fioravanti y los padres fundadores y autores del federalista , nos han dicho que la democracia y la participación ciudadana es y ha sido producto de una sociedad plural incipiente, constituida sobre factores reales de poder, que buscan un ideal de unidad política equilibrada y de conciliación, para alcanzar el bien común, que se construye mediante pactos y privilegios, y que funcionan para limitar al poder. Pero, ¿realmente en esa construcción de nuestro futuro como sociedad reglada, ha existido una búsqueda del bien común? ¿O es simplemente un medio que nos hacen creer para obtener o conservar el poder a cualquier costa? Porque a lo largo de nuestra historia, hemos visto que el ofrecimiento en campaña dista mucho de los resultados en beneficio de la comunidad.
Veamos, la lucha por el poder sigue, la lucha por participar sigue, la lucha que nos motiva sigue, la lucha que nos mueve a pesar de la racionalidad del ser humano sigue, es decir, a lo largo de la historia las cosas sólo han cambiado de circunstancias y espacios territoriales, aparentemente buscando un orden ideal, ¿hemos sido conscientes de lo que elegimos?, ¿nos interesa en el fondo el orden ideal?, ¿realmente el ser humano ha respondido más a su racionalidad? ¿o ha estado motivado más por sus emociones?.
¿Qué pesa más en el ser humano, su faceta analítica y lógica o sus emociones?
El uso de los sentimientos en la comunicación política digital, mediante la fragmentación, es lo que ahora conocemos como psicopolítica, que ha venido a transformar la interacción entre quien busca el poder o pretender conservarlo y la población objetivo -votante-, esa interacción, ha sido y es -desde la antigüedad- parte del rejuego de lo que ahora mencionamos con tanta frecuencia, la posverdad, que no es otra cosa más que la difusión tendenciosa de información falseada, que da lugar a la manipulación masiva persuadiendo a la población.
En la actualidad, con información que viaja a velocidades extremas, hemos visto cómo la comunicación digital ha tenido grandes repercusiones en el Brexit, es decir la salida del Reino Unido de la Unión Europea, sin embargo, de entrada, podemos pensar que esto se debe a la manipulación exprofeso, en el uso cada vez más frecuente de las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, pero no, eso hace que sea sólo con mayor rapidez, porque las mismas o similares tácticas se han presentado prácticamente siempre a lo largo de la historia.
Posverdad.
Una mentira emotiva que distorsiona deliberadamente la realidad, ha sido, una vez más, la que genera con mayor facilidad el cambio en una sociedad, que actúa más por sus emociones que por la razón.
Para facilitar la identificación debemos tener en cuenta la fragmentación estadística del electorado, factores individuales y contextuales, si viven o no en zonas rurales, sexo, ocupación, el voto duro, el blando, el opositor y principalmente el indeciso, tipología que nos permiten tener más focalización e irremediablemente mejores resultados para enviar los mensajes adecuados.
La posverdad es más antigua que la mismísima verdad, la apariencia de verdad tiene mas que ver con la percepción que se convierte en verdad de tanto que entra al subconsciente, una mentira repetida muchas veces cobra apariencia de verdad, de tal manera que si pensamos que la democracia puede estar en peligro de extinción, creo firmemente que no, la democracia ha sido el ring de las deliberaciones, de los diálogos, en donde siempre se han utilizado cualquier medio que transgiversa la verdad, pero ahora con la velocidad a la que viaja la comunicación política digital podemos ver resultados sorprendentes y que seguro nos seguirán sorprendiendo.
De hecho, creo que la sociedad que voto a favor del Brexit, le llamó la atención el vivir con esa adrenalina que generan las opiniones que creemos verdaderas, pero que tienen un contenido que nos lleva a una conducta totalmente diferente a la que pensábamos antes de la información que nos hacen llegar.
El diagnóstico crítico de la posverdad, no es más que un movimiento iniciado muchos siglos atrás, un movimiento que se muestra complaciente y satisfecho en su contradicción bajo la forma de una “falsa conciencia ilustrada” (Peter Sloterdijk).

Se el primero en dejar un comentario